Gestiones de última hora en Washington con el FMI

La decisión del Fondo de postergar la aprobación del acuerdo fue por una fuerte interna de su directorio en relación a Argentina. Preocupa la fractura del Frente de Todos y hay dudas sobre la consistencia de las metas acordadas.


Por Marcelo Bonelli para Clarín.

La fractura entre Alberto y Cristina genera un alto costo en la gobernabilidad para el Frente de Todos. La pelea devalúa a ambos, pero la abierta confrontación tiene un efecto concreto: debilita cualquier iniciativa de la Casa Rosada.

La “guerra” contra la inflación nació muerta y las conspiraciones que elucubra Cristina dinamitan toda propuesta. El FdT se quebró en el Congreso y la escalada de acusaciones – vía voceros e infidencias– debilitan el accionar político. Uno de sus máximos dirigentes así definió la situación: “Está todo roto”.

En sus informes, Wall Street marca la peligrosidad de la pelea. Algunos bancos recuerdan a “Chacho” Alvarez, otros a Julio Cobos. Los hombres de negocios de Manhattan coinciden en algo lapidario: descreen de las vetustas ideas de Cristina y -a la vez- están decepcionados con la gestión de Alberto.

Afirman que el ataque de la vice obedece a una cuestión: obligar a un cambio en el Gabinete y arrebatarle ministerios a Alberto. El Presidente se había comprometido a abrir esa discusión.

Pero ahora se resiste: Cristina ataca a los ministros que Alberto quiere mantener. La vice está obsesionada contra Martín Guzmán, Matías Kulfas y el entorno del Presidente.

Alberto contragolpeó: ratificó a Guzmán y todo su equipo económico. Fue el viernes pasado, antes del mensaje que dirigió al país. En Olivos se escuchan duras descalificaciones contra Máximo. Sobre Cristina afirman irónicos: “Alguien le tiene que avisar que es solo vice”. Alberto repite sin pudor: “Si quería un chirolita, hubiera elegido a Parrilli”. También son cruentos contra el jefe de La Cámpora: “Con Máximo el kirchnerismo solo tiene un pasado por delante”.

La cuestión genera ira en el Instituto Patria. Cristina amenazó con publicar una carta rupturista. La vice suele maldecir a Alberto: “Dilapidó mi esfuerzo que permitió el triunfo electoral. Así, vamos a perder el año próximo”.

Máximo también contragolpeó: anda diciendo que evalúa retirar a los funcionarios de La Cámpora del Gobierno. Anabel Fernández Sagasti –mano derecha de Cristina– lo repite en el Senado. Fue en una semana muy difícil. También la Casa Rosada estuvo asediada por inquietantes noticias de Washington.

La decisión del FMI de postergar la aprobación del acuerdo -previsto para el último lunes– obedeció a una fuerte interna en el directorio del Fondo en relación a la Argentina. La cuestión aún está al rojo vivo. Hubo varios países que objetaron la aprobación del crédito y otros que quieren abstenerse en la votación: es decir, lavarse las manos.

La alarma se encendió en Washington. Por eso, Kristalina Georgieva se vio obligada a postergar todo el lunes: buscó tiempo para convencer a los díscolos y pidió garantías a Alberto para doblegar esas resistencias.

La fractura del FdT mete mucho ruido en Washington. La charla entre ambos –Alberto y Kristalina- obedeció a esa cuestión y la frágil situación. Clarín confirmó que Alberto le dio plenas seguridades a Kristalina. Así lo dijo: “El programa que se acordó es mi programa de gobierno”.

Los directores de Alemania, Holanda, Canadá y Japón elevaron inquietudes: dudan del verdadero aval político al acuerdo. Ese interrogante surge de un hecho incontrastable: el Congreso aprobó que Alberto se endeudara, pero evitó apoyar el plan de Guzmán.

En otras palabras: ni el oficialismo ni la oposición apoyaron el programa técnico, el corazón del convenio.

También en el FMI se discutió la consistencia de lo pactado. Toda la semana –hasta este jueves- el staff del FMI debatió la consistencia de las cifras y metas acordadas, frente a una “guerra europea” que hizo volar por los aires todas las proyecciones económicas.

La alarma central, de todos modos, la generó otro dato inquietante: hasta el jueves a la noche estaba en duda el voto que emitirá Estados Unidos. El “board” del FMI está citado para este viernes a las 11.15, hora de Buenos Aires.

Clarín consultó a dos ministros y una calificada fuente de la Casa Rosada. Y a un importante vocero del directorio del FMI. En los cuatro casos la respuesta fue idéntica: “No sabemos cómo votara EE.UU.”.

Elizabeth Shortino habría anticipado –hace unos días- que EE.UU. se “abstendría” este viernes en la votación sobre Argentina. Se trata de la directora delegada del Tesoro en el FMI: casada y con tres hijos, es una funcionaria de carrera del Tesoro.

Shortino habría explicado que el Tesoro tomaría esa actitud por dos cuestiones: no quería trabar la aprobación del acuerdo, pero quería manifestar su desacuerdo con el programa aceptado por el staff del FMI.

La “abstención” de EE.UU. no afecta la aprobación del convenio. Este viernes saldrá el acuerdo: el reglamento del FMI lo garantiza. Pero indicaría una cuestión sensible: que el Tesoro de Estados Unidos no avala el plan pactado con Guzmán. Sería un golpe a su credibilidad. Georgieva le prometió a Alberto gestiones para hacer cambiar la posición de Shortino. El viaje inesperado de Guzmán a Francia tiene que ver con las urgencias de Washington. El ministro sobreactuó.

Georgieva trabajó hasta el jueves a la noche contra reloj y todavía había incertidumbre sobre el éxito de su negociación. La jefa del FMI utilizó como argumento las promesas que le arrancó en el Zoom a Alberto. Buscó desesperada torcer la posición de Tesoro y lograr así el máximo apoyo político al convenio.

La intransigente –en principio– actitud del Tesoro, obedecería también a cuestiones políticas. Janet Yellen está molesta porque el Presidente -y la vice- ratificaron la denuncia judicial contra el FMI: ese préstamo lo otorgó su actual mano derecha David Lipton. También existe –es cierto- una interna feroz en Washington: el Tesoro quiere marcar diferencias con la mano blanda del Departamento de Estado hacia la Argentina.

Jake Sullivan –interlocutor de Gustavo Beliz, Jorge Argüello y Sergio Massa– fue clave para volcar el apoyo de Washington para cerrar el convenio. El asesor de Seguridad de Biden le ganó la pulseada al Tesoro. Sullivan y Juan González impusieron su teoría en la Casa Blanca. Negarle el acuerdo a la Argentina era poner a Alberto en el precipicio.

Ambos también impusieron otra tesis: darle la espalda a Alberto era facilitar el avance de las las anticuadas ideas de Cristina.

Entre Macri y una teoría conspirativa​

Mauricio Macri sigue de cerca la cuestión. El ex presidente sabe que sus chances electorales aumentan a medida que haya una crisis aún más profunda en la Argentina.

Así, Macri podría justificar sus propios fracasos. La Secretaría de Comercio lo ayuda: se convirtió en una coleccionista de fracasos contra la inflación.

El discurso anti empresa de Roberto Feletti tiene un destino concreto: satisfacer la teoría conspirativa de Cristina. La vice cree que hay inflación solo porque hay empresarios “malos” que ajustan sus precios para afectar su proyecto político. Una teoría infantil.

El tema lo abordó Axel Kicillof en la UIA. Mostró un artículo de The New York Times: “La guerra va a generar crisis de alimentos”. La contribución es pobre: toda Europa tiene faltantes y España está ya en crisis. Axel tiene la Provincia complicada. Martín Insaurralde, su jefe de Gabinete, está aliado con su propio enemigo Máximo. Insaurralde suele decir: “A Axel no se le entiende. Habla en mandarín”.

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